En relación al fundador, se pueden citar entre otros:
Temor a la muerte, (habitualmente personalidades fuertes con convicción de controlar sus propios destinos).
Renuncia a ceder el control y el poder, (costumbre y necesidad, de ejercerlos durante muchos años).
Pérdida de identidad, asociada al punto anterior e incertidumbre ante el retiro.
Prejuicio contra el planeamiento, (derivado de su perfil ejecutivo orientado al hacer).
Celos y rivalidades (muchas veces subconscientes), respecto al potencial sucesor que asumirá el control de “su” amada empresa.
En cuanto al sucesor, parte necesaria para asegurar la supervivencia de una EF, es menester que cumpla dos premisas sin ecua non: Aptitud (estar preparado) y Actitud (querer ocupar ese rol).
La preparación adecuada tiene que ver con la crianza, la formación académica, conocimientos, habilidades y experiencia previa que el sucesor debería poseer antes de hacerse cargo de la dirección de la EF.
Pero además de “poder”, el sucesor tiene que “querer”, puesto que su decisión no solo determinará el futuro de la EF, sino que influirá de manera relevante en su propia vida.
El deseo del/a sucesor/a de continuar en la EF o no, estará dado fundamentalmente por sus propias expectativas; pero también condicionado por la relación con su padre o fundadores y el entorno de la organización. La brecha generacional por la cual los hijos buscan demostrar- cambiar- arriesgar, mientras que los padres buscan estabilizar- conservar; la falta de delegación y autoridad; y factores psicológicos complejos de poder y rivalidad mutua, atentan contra el deseo y disposición de los hijos de continuar en la EF.